Aunque es probable
que la tradición arranque de mucho antes, es en 1776 cuando el Akaname entra
con fuerza. Y lo hace gracias a la publicación de uno de los libros más
importantes en cuanto a yôkai se refiere, el Gazu Hyakki Yagyô o lo que es lo
mismo, El desfile nocturno ilustrado de los cien demonios.
En el libro, aparecía
la ilustración de una extraña criatura, seguramente inspirada en el aka-neburi,
un yôkai muy similar, por no decir idéntico que aparecía en otro famoso volumen
años atrás, el Kokon Hyaku Monogatari Hyōban- Cien cuentos extraños y raros.
El nombre lo obtiene
de aka- mugre- y name- lamer- y le viene como anillo al dedo, ya que el Akaname
se desvive por chupar toda la mierda que encuentra en el baño. Ojo, cuando digo
“baño” hablo del lugar donde uno se baña y arregla, si habláramos de retrete,
el monstruo sería todavía más desagradable.
Nonnonba de Shigeru
Mizuki (sentido de lectura japonés, de derecha a izquierda)
Normalmente se
representa de color rojo – la palabra aka en japonés suena como akai: color
rojo- con el tamaño de un niño y con una larga lengua que le permite acceder a
toda la porquería, por bien escondida que esté.
La presencia del
Akaname en Japón tampoco es arbitraria. A día de hoy es difícil de ver, y la
principal razón de esta ausencia es que su hábitat natural es la casa
tradicional japonesa, donde el baño se solía separar de la estructura principal
y solía estar construido en madera. Te puedes imaginar la cantidad de moho y
suciedad que puede aparecer en verano con estos índices de humedad tan altos.
Resulta sorprendente,
pero el Akaname es un ser inofensivo, ahora bien, como dice Nonnonba en las
viñetas que podéis leer aquí arriba, lo terrible del asunto es que los
fantasmas atraen a más fantasmas, y aquellos que vengan “invitados” por este
yôkai, seguramente, tendrán unos hábitos alimenticios muy diferentes.
Aún así, esto no es
lo peor de tener al Akaname como huésped.
Si se corre la voz y los vecinos del pueblo descubren que en
nuestra casa habita uno de estos monstruos, rápidamente se propagará el rumor
de que somos unos guarros y, ya sabes, en Japón “el que dirán” es muy
importante.
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